11/5/14

El hambre


Fisiología del hambre

El hambre es considerada como la sensación que indica la necesidad de alimento o ganas y necesidad de comer. También puede ser escasez de alimentos básicos, que causa carestía y miseria generalizada o apetito y deseo de algo. (RAE, 2014)
El hambre no debe ser confundida con el apetito, que es la necesidad de comer para mantener el equilibrio del cuerpo. El hambre puede ser considerada como un mecanismo de defensa que alerta al organismo cuando existe una necesidad de nutrientes (IQB, 2006).
Para entender mejor la fisiología del hambre, se hace necesario verlo desde los siguientes puntos de vista:

Punto de vista glucostático: La propuesta de Kennedy fue sustento de importancia para que Mayer elaborara la denominada teoría glucostática, en la que postuló que el hambre y la alimentación son controladas por los niveles de glucosa en sangre. Mayer cuestionó la hipótesis del factor lipostático, argumentando que tal hipótesis no se correlaciona experimentalmente como un parámetro confiable con el inicio o fin de la conducta de comer. Por lo anterior, propuso la existencia de receptores localizados en el cerebro que registran los niveles de glucosa en sangre. La disminución en los niveles de glucosa afecta directamente la zona hipotalámica reguladora del hambre lo que induce a los organismos a comer. Por otra parte, cuando los niveles de glucosa se encuentran elevados se inhibe la presentación de la conducta de comer al estimular la zona de la saciedad. Observó un grupo de conejos en ambientes controlados, registrando su gasto energético basado en el balance de nitrógeno. Así, el proceso regulatorio está basado en un equilibrio constante entre la pérdida y ganancia de energía. Finalmente, asumió que la existencia de tal mecanismo coexiste con la conducta emitida por los organismos en relación con los estados particulares de los mismos (edad, talla, enfermedades) y los factores ambientales (temperatura) (López & Martínez, 2002).

Punto de vista endocrinólogo: La distensión del duodeno produce una sensación de saciedad. Además, el duodeno excreta la colecistoquinina, una hormona que regula la sensación de hambre. La colecistoquinina actúa cerrando el esfínter duodenal entre el duodeno y el intestino delgado de manera que se reduce el vaciado gástrico, además reduce las contracciones gástricas, enviando al cerebro señales de saciedad y por último, estimula al nervio vago para que envíe una señal al cerebro de manera que este libere otro péptido parecido a la CCK. Otros factores que influyen sobre la sensación de hambre son la glucosa, la insulina y el glucagón. Cuando los niveles de glucosa son altos, las células hepáticas la convierten en glucógeno y los lipocitos la convierten en grasa. Cuando son bajos, el glucógeno es transformado en glucosa. Los altos niveles de insulina, por lo general, disminuyen la sensación de hambre. Cuando los niveles de glucosa caen, el páncreas libera glucagón que estimula al páncreas a producir glucosa a partir del glucógeno almacenado. Cuando los niveles de insulina caen, la glucosa entra más lentamente en la célula y aparece el hambre. Si los niveles de insulina están permanentemente elevados, la glucosa sigue entrando en la célula durante mucho tiempo después de la comida. Los altos niveles de insulina hacen que la glucosa disminuya y en consecuencia se tiene hambre. Pero además, la glucosa entra en grandes cantidades en las células y es transformada en glucógeno y en grasas con el correspondiente aumento de peso. A largo plazo, el hambre está regulada por el cerebro que monitoriza las grasas. Los lipocitos producen leptina que señala al cerebro si se debe comer más o menos. Los niveles bajos de leptina incrementan el hambre. Sin embargo, altos niveles de leptina en sangre no reducen necesariamente la sensación de hambre (IQB, 2006).

Punto de vista neurológico: toda la regulación del apetito se produce en el cerebro, y los diferentes estímulos sensoriales generan un impulso nervioso, que actúan sobre el centro del hambre apareciendo o eliminando el deseo de comer. Pero puede ocurrir que ciertas lesiones cerebrales en los núcleos del hipotálamo, afecten al centro de la saciedad, y así se descontrola todo el mecanismo, la persona afectada presenta por ejemplo un apetito insaciable de carácter patológico, y por el contrario los estímulos psicológicos que actúan inhibiendo el centro del hambre hacen que la persona caiga en una anorexia nerviosa (Licata).

Tomado de https://www.google.com.co/search?q=hambre+y+cerebro&biw=1366&bih=667&tbm=isch&tbo=u&source=univ&sa=X&ei=7zNwU-CMF_G2sAShj4CYAQ&ved=0CCoQsAQ#facrc=_&imgdii=_&imgrc=DJ1uZGG2ddB3nM%253A%3BX6tcIzPbkQqgWM%3Bhttp%253A%252F%252Fwww.buenasalud.net%252Fwp-content%252Fplugins%252Fwp-o-matic%252Fcache%252F55040_1397040_thumb.jpg%3Bhttp%253A%252F%252Fwww.buenasalud.net%252F2011%252F09%252F16%252Fhambre-y-estres.html%3B469%3B338

Con los descubrimientos realizados durante años se ha llegado a la conclusión de que el hipotálamo, más exactamente el área lateral y núcleo ventromedial, controla la saciedad y el hambre. El área lateral como controlador del hambre, acelerador. El área ventromedial como controlador de la saciedad, freno (Carlson, 1996).


Referencias bibliográficas 

* Carlson, N. (1996). Fundamentos de la psicología fisiológica. Pearson.
* Imagen recuperada de  https://www.google.com.co/search?q=hambre+y+cerebro&biw=1366&bih=667&tbm=isch&tbo=u&source=univ&sa=X&ei=7zNwU-CMF_G2sAShj4CYAQ&ved=0CCoQsAQ#facrc=_imgdii=imgrc=DJ1uZGG2ddB3nM%253A%3BX6tcIzPbkQqgWM%3Bhttp%253A%252F%252Fwww.buenasalud.net%252Fwp-content%252Fplugins%252Fwpomatic%252Fcache%252F55040_1397040_thumb.jpg%3Bhttp%253A%252F%252Fwww.buenasalud.net%252F2011%252F09%252F16%252Fhambre-y-estres.html%3B469%3B338
* IQB. (2006). Fisiología del hambre. Dieta y nutrición. Recuperado de http://www.iqb.es/dietas/hambre/hambre01.htm
* Licata, M. ¿Cómo regula el apetito nuestro organismo?. Recuperado de http://www.zonadiet.com/alimentacion/regulacion-del-apetito.htm 
* López, A. & Martínez, H. (2002). ¿Qué es el hambre? Una aproximación conceptual y una propuesta experimental. Revista latinoamericana. Vol. IV, n° 1. ISSN:1405-7980
*  Real Academia Española (RAE). Consultado el 11/05/2014
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2 comentarios:

  1. Cuando olemos una comida, ésto hace que se disparen nervios en la nariz, enviando señales al cerebro convirtiéndolos en olor. El cerebro compara el olor con el recuerdo de comida.

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  2. La hormona grelina se desata en el flujo sanguíneo, viaja al cerebro y activa el apetito.

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